
Iridium, ese es el título del libro que hoy traigo a mi blog. Un libro que entre otras cuestiones pone de relevancia la gran literatura que se publica en nuestra querida Galicia, los grandes títulos que captan cada día a miles y miles de lectores con historias de todo tipo y que en este caso logran el más alto reconocimiento por su valor a la hora de tocarnos el alma, de integrar, de abrirnos los ojos… Supongo que no serán los criterios que aparezcan en la decisión del jurado pero el caso es que esta novela ha sido noticia porque se ha incluido en la Lista IBBY de Oslo, como uno de los mejores libros sobre el tratamiento de la discapacidad.

La lista IBBY tiene entre sus objetivos promover el entendimiento internacional a través de la literatura infantil y juvenil, distinguiendo con la inclusión en ella a aquellos libros que sean representativos de la mejor literatura infantil de cada país y que sean adecuados para publicar en cualquier parte del mundo y «usarse para desarrollar programas educativos y proyectos editoriales, como pueden ser colecciones internacionales».
Objetivos realmente importantes y necesarios en el mundo en el que vivimos, pero prefiero destacar el hecho de que una vez más la literatura gallega llega a lo más alto, rompiendo quizá prejuicios «rancios» que existen sobre las producciones literarias en otras lenguas de nuestro país, como el que todavía persiste -afortunadamente cada vez menos- sobre, por ejemplo, el cine español frente a producciones internacionales.
Y ahí está de nuevo Francisco Castro un escritor gallego y una obra gallega en la lista IBBY, que en este caso conoce bien porque sus obras Chamádeme Simbad y o Neno Can -escrita con Fina Casalderrey– lograron ya este reconocimiento y formar parte de esa lista de honor cuyo -al menos eso pienso yo- su valor más relevante es que su elección depende de asociaciones y personas de todo el mundo con un compromiso común «propiciar el encuentro entre los libros y la infancia o la juventud».

se publicó en castellano, catalán y vasco
Y en ese cruce de caminos entre los libros y las nuevas generaciones nos encontramos Iridium. Sí, una novela calificada como literatura juvenil pero, como ya sabéis, yo escapo de las etiquetas y personalmente creo que debe ser una lectura recomendada y obligada para cualquiera porque a lo largo de sus páginas nos hace abrir los ojos ante realidades que, en demasiadas ocasiones, «no vemos» bien por ignorancia o porque no nos toca de cerca, o simplemente porque nos resulta molesto…
La mirada de unos y otras, de otras y unos. Las miradas están presentes en esta obra en la que el daño cerebral adquirido es su hilo conductor y donde nos recuerda, con distintas referencias, que todo está en los ojos de quien ve, de cómo ve. Una novela que, sin duda, a los más jóvenes traslada mensajes más que necesarios, donde las redes sociales, los conflictos personales, los primeros amores, el sexo… son abordados desde una perspectiva real que, en demasiadas ocasiones, a los adultos se nos escapa -quizá porque ya pasaron muchos años, porque estamos demasiado ocupados en nuestro día a día o porque no nos paramos a ver, a mirar -como decimos en Galicia- con calma qué les pasa a nuestros jóvenes-, y preferimos generalizar y, reconozcámoslo, en muchos casos demonizar a esas nuevas generaciones que se enfrentan a un mundo que no les está poniendo las cosas demasiado fáciles .
Se quieren labrar un futuro, como lo hicimos muchos de nosotros en su momento, pero ojo si entonces nos parecía duro y un abuso – recordemos a los «pobres mileuristas»– ahora sin duda es una lucha de titanes para la gran mayoría, como demuestra el hecho de que el paro juvenil sea el más alto de toda Europa y que las tasas en nuestro país sigan creciendo. Nuevas generaciones que ven frenadas sus posibilidades de independizarse o seguir adelante con su vida por la falta de sueldos dignos que les permitan acceder a un mercado inmobiliario endemoniado para cualquiera y que se ven expulsados de su propio país para buscar un futuro, convertirse en emigrantes:
Jóvenes que sufren, que sienten y que en muchas, muchísimas ocasiones nos demuestran que hay futuro en ellas y ellos que innovan, emprenden y luchan, a pesar de la «mirada» de una sociedad que parece haber olvidado que también pasó por eso. La mirada de la juventud que recupera Francisco Castro en su obra Iridium, a través de Iris, una joven con «daño cerebral adquirido» que con sus ojos de diferente color, especiales por la enfermedad que padece, nos ofrece un sinfín de visiones de una realidad que está ahí y ante la que preferimos cerrarlos el resto.
Lo diferente, nos asusta, y preferimos ver hacia otro lado, condenarlo con nuestras miradas como nos señala la propia Iris en esta fantástica novela: «Nin Mario, nin ningúen pode afacerse nunca ao rexeitamento, á marxinación, a ser o becho raro. Eu non me afago. Afíxeme a moitas cousas, mais ao rexeitamento non me afago. E non somos por, digamos as nosas particulares. Sómolo porque, coa súa ollada, os outros fannos sentir así». Raros, diferentes, que no encajan… sí ese es el poder de una mirada, de la mirada de cualquiera de nosotras y nosotros.
Frente a ello están las familias y asociaciones que cada día luchan para derribar estos muros absurdos que construimos de forma consciente, o inconsciente, contra aquellos que entendemos que no encajan en lo «políticamente correcto o establecido», pero ¿quién determina eso?, ¿quién decide lo que es normal o raro? En este caso nos hablan del daño cerebral, consecuencia de un accidente, y de los obstáculos sociales que encuentra Iris a la hora de seguir adelante como hace, luchando por ser una más, como siempre lo fue, pero comprobando que siempre «dan por sentado que somos limitados intelectualmente porque si. Hai moitos casos. Pero tamén entre os normais. Entendédeme, dalgunha maneira teño que chamarvos»,
«Normales…» Ufff, en este caso tendré que ser yo misma la que me autocensure a la hora de enumerar a quiene incluir en esta lista de «normalidad» y que distan mucho, muchísimo de comportamientos que podría entender como tales. Entre ellos las administraciones, los políticos que centran su mirada en cuestiones menos relevantes para miles de personas y la desvían de asuntos tan importantes como la Ley de la Dependencia que sufrió recortes en los últimos años que todavía no hemos recuperado y que ha llevado a cerca de 300.000 personas a no poder optar a ella, dejando recaer el toda la responsabilidad de sus cuidados, de los que tienen que asumir nuestros gobernantes, a asociaciones sin ánimo de lucro, siempre surgidas del tesón de familias que buscan lo mejor para los suyos y que se topan miles de muros burocráticos, políticos, económicos y, por supuesto, sociales.

Es el caso de Alento, Asociación de daño cerebral, que sirvió a Francisco Castro para documentarse y conocer en ella a Andrea y sus vivencias en primera persona, una realidad que trasladó a su libro, y nos hizo llegar a las lectoras y lectores. Asociación, que, como digo, representa a miles que como ella luchan cada día para normalizar lo que debería ser normal, y que como dice el autor «todos os días soben e baixan o Himalaia. E sen oxíxeno».
Que este libro vaya a estar en las ferias más importantes del mundo; que sea una referencia sobre el tratamiento de la discapacidad; que sea gallego y escrito por un autor gallego que cree en la necesidad de «remover conciencias» con sus obras y creaciones, ya lo convierte en una obra a tener en cuenta. Pero voy más allá. Como lectora, puedo asegurar que no solo los jóvenes deben leerlo, también los adultos deben saltar las etiquetas literarias prefijadas porque os aseguro que «nos abre los ojos», incluso a aquellos que creíamos tenerlos bien abiertos ante realidades que valoramos como injustas o inadmisibles en la actualidad.
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