11 m

Como hacía habitualmente entré en la emisora a las siete de la mañana. Cubría el turno de informativos matinales. Lo recuerdo perfectamente. Sentada en el estudio esperaba el paso de Madrid para iniciar nuestra desconexión local. Nos acercábamos a las ocho menos cuarto, cuando desde los estudios centrales apuntan que se registró «un accidente en la estación de Atocha, pero donde no parece haber heridos».

Dato que apenas duró unos minutos, y que esperando la desconexión y escuchando qué contaban mis compañeros, empezaba a ser consciente de la dimensión que iba adquiriendo la noticia, de lo que estaba ocurriendo en la capital de España. Fue hace 20 años y lo recuerdo de forma nítida, como lo hacen las 192 familias de las personas que perdieron la vida en el mayor atentado registrado en nuestro país, en el que también se registraron miles de heridos. Se cumplen dos décadas del 11 M.

Estos días televisiones, radios y periódicos han emitido entrevistas, documentales y reportajes que sirven para mantener viva en nuestra memoria lo que ocurrió, por qué y cómo se gestionó. Forma parte de nuestra historia, la que no debemos olvidar -como tampoco debemos renunciar nunca a la memoria histórica- porque somos muchos y muchas los que lo vivimos, padecimos, sufrimos y que, de una forma u otra, ha marcado el presente de nuestro país.

Foto 20 Minutos. Manifestaciones tras atentados 11 M en Madrid

Mis reflexiones en esta entrada, además de mi propia experiencia, las apoyaré en los programas de la TVE y también en el especial de Jordi Évole, en el que habla con periodistas de ABC, TVE y la SER que en aquel histórico y fatídico día vivieron un momento profesional duro, muy duro. Mucho más que el de miles de ciudadanos que desconcertados ante lo ocurrido no eran conscientes del empeño de un gobierno -a dos días de unas elecciones nacionales- por mantener a toda costa una información que apenas cinco o seis horas después de los atentados, ya hacía aguas por muchos frentes: los responsables eran ETA.

Dice Iñaki Gabilondo que «nunca vi una España más unida que la del 11 M y más fracturada que la del 14M», tras unas elecciones en las que – a pesar de la negación e intoxicación de la derecha- los españoles y españolas acudimos a las urnas a votar y a elegir quién queríamos que nos representara. El voto, como siempre digo, sirve precisamente para censurar lo que no nos gusta a quienes tenemos el poder soberano de elegir a nuestros representantes. Y sin duda, algo que no nos gustó fue que nos mintieran.

El 11 de marzo de 2004, en el breve periodo de dos minutos, siete bombas estallaron en cuatro puntos diferentes de Madrid, sembrando el terror y el horror. EN Portada de TVE habla con tres supervivientes de los que destacaría muchas de sus palabras pero sin duda, una vez más, como me ocurrió hace 20 años, me estremece cuando hablan de «silencio aterrador», «silencio terrible» o que «todo parecía un baile de sonámbulos».

Un silencio que interiormente nos sobrecogió a todos ese mismo día e incluso 24 horas después en las que millones de personas nos echamos a la calle pero con un grito que ya los políticos no podía callar: ¿Quién ha sido?. Denuncias, protestas que algunos medios como TVE no emitieron porque durante esos días «hubo presiones inéditas». Y es que no existió rubor alguno por parte del Gobierno de José María Aznar a la hora de llamar a los medios e insistir en que los responsables del atentado era ETA, una idea que mantuvieron prácticamente hasta casi veinte minutos antes -en las comparecencias del ministro Ángel Acebes- de la aparición del vídeo en el que Al Qaeda reclamaba la autoría del atentado.

Una vía, la de los radicales islamistas, que ya desde el propio jueves 11 de marzo y días posteriores desde el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y fuentes policiales apuntaban como línea de investigación, algo que no interesaba a dos días de unas elecciones porque recordaría la famosa foto de las Azores, el apoyo a la Guerra de Irak y a los atentados que por ese motivo sufrió Estados Unidos.

Dos décadas después podemos ver la entrevista que el propio presidente George Bush y su esposa concedieron a TVE, solicitándola la propia Casa Blanca y realizada en la embajada española. Algo inédito y que, a pesar de ello, desde Prado del Rey decidieron no emitirla. Escuchándola ahora se entiende el por qué.

Recomiendo verla, así como los especiales a los que me he referido, a los que sumo los cuatro minutos de sonidos de esos cuatro día ha emitido la SER con motivo del aniversario. Todo ello, en su conjunto, nos permite situar ahora, 20 años después las cosas en su sitio. Personalmente creo que tampoco en ese momento la izquierda actuó de la mejor forma, compareciendo en la jornada de reflexión y empleando sus comparecencias con mensajes que, tanto entonces como ahora, parece que no estuvieron a la altura de lo que se espera de representantes públicos en un momento como el que vivíamos.

No lo estuvieron los dos grandes partidos, saltándose de una forma u otra, la ética política y democrática que hacía falta en ese momento. No es de extrañar que muchos sintiéramos en algún momento que usaban las víctimas por intereses que -para su futuro- eran fundamentales lograr el 14 M, el día de las elecciones. Cierta es la reflexión que realizan los periodistas que vivieron en primera persona las presiones ejerciendo su trabajo y que señalan que el resultado electoral tras el 11 M sembró el «germen de que la clase política no nos representa. Empezaron a cuestionarse».

Foto by Thomas COEX / AFP

Atentados que han servido desde entonces a la derecha para denunciar -cada vez que las urnas le quitan el poder- que estamos ante presidencias ilegítimas. No, señores y señoras, no. Las elecciones se ganan y se pierden en las urnas, donde el voto lo deposita la ciudadanía. Porque, aunque a veces nos tomen por tontos, sabemos pensar, decidir y recordar que la democracia permite que «el gobierno» no sea propiedad de ningún partido -aunque alguno crea que sí-.

No podemos enterrar nuestra historia, claro que no. Debemos recordar el 11 M, recordar la malísima gestión que de ello hizo en aquel momento el Gobierno, que por cierto, el partido que lo ocupaba parece que, como hizo entonces – y aunque hace una década que ha desaparecido- sigue viendo en el uso de ETA y el terrorismo su mejor argumento en cualquier proceso político.